Continuaba comiendo de mi cuenco mientras mi macho me miraba orgulloso. El pienso (no voy a negarlo) no está tan horrible como parece, está muy duro pero mis nuevos dientes de perra recién formada estaban haciendo su trabajo muy bien. Después de terminar de comer el pienso me bebí casi toda el agua de mi cuenco pues me dejó sedienta. Al terminar me eché sobre mi nueva cama y mi macho se dispuso a comer. Yo lo miraba de reojo, estaba en un sueño, me daban ganas de ladrar, gimotear, correr… pero como perra, no como humana y eso me hacía muy feliz y mi macho lo notaba. Terminó de comer y se tumbó junto a mi lado mientras nos dábamos besos juntando nuestras lenguas.
No sé cuándo me quedé dormida acurrucada junto a
mi macho pero algo estremeció mi cuerpo y me puso en alerta. Al entre abrir mis
ojos pude ver la figura de mi macho entre mis piernas. Rápidamente reaccioné
pues mi macho insaciable quería montar a su hembra para que le diera una camada
de descendencia. Como buena perra me reincorporé me puse a cuatro, no llevar ropa de humana
agilizó el proceso. Mi macho me estremeció soltando un gruñido, por lo que de
mi interior salió un sollozo canino y bajar la cabeza en muestra de sumisión.
Danko se subió en mí con demasiada fuerza lo cual me hizo bajar más mi cuerpo
empezaba con su inicio de cópula dando con la punta de su enorme miembro sobre
todos los lados, hasta que un dolor insoportable recorrió mi cuerpo al sentir
ese enorme miembro desgarrando mi ano. Él me penetraba firmemente con su cabeza
apoyada en la parte superior de mi espalda, gruñía y jadeaba. Yo sentía claramente
como mi ano se partía y como el pene de mi macho iba creciendo y desgarrando,
sentía cada vez más tirantes las paredes de mi ano. Las lágrimas recorrían mis
mejillas de humana, el dolor era insoportable pero debía aguantar por mi macho
que parecía que buscaba mi quejido pues embestía con muchísima fuerza. Mi
cuerpo temblaba de dolor, no aguantaba
más.
-Relaja por favor, mi ano todavía no está
preparado – dije entre sollozos.
Mi macho se lo tomó muy mal pues mordió mi
espalda haciéndome caer contra el suelo, tumbada y dolorida mi macho no tenía
compasión y seguía desgarrándome el ano. Poco a poco mi ano fue adaptándose al
pene de mi macho, pero el dolor era demasiado grande para que me diera placer,
pero mi macho disfrutaba y eso era lo importante. Aguantaba mi macho más de lo
normal o a mí el tiempo pasaba más despacio. Notaba como mi macho estaba a
punto de llenarme mi ano pues su pene no dejaba de hincharse provocándome más
dolor. Notaba como la bola intentaba entrar en mi ano y no podía: Menos mal,
pensaba yo no aguataría tal dolor. Noté como mi macho descargaba trallazo tras
trallazo de semen inundando cada rincón de mí ya partido y escocido ano. Para
mí fue un alivio, mi macho me había llenado y por lo menos tendría un tiempo
para recuperar mi dolorido ano, o eso pensaba yo.
Sacó su pene de mi ano y noté como su semen escurría
por mis muslos con un poco de tinte rojo, mi macho me había roto el ano, pero
yo, fiel a mi posición me puse en cuatro, metí la cabeza entre sus piernas y
empecé a limpiar su enorme pene con la lengua, desde los testículos hasta la
punta de su pene que todavía escurría
pequeñas gotas de su dulce néctar. Que delicia, que perra me sentía pese al
dolor, quería más, quería que me preñase, quería que me convirtiese en la mamá
de sus cachorros y se me notaba. La limpieza pasó a ser una mamada, me metía la
funda que ya escondía su pene en la boca, lo apretaba con mis labios y lo
lamía, que delicia. Bajaba por su funda hasta sus testículos y me los metía en
la boca lamiéndolos. Mi macho se dejaba hacer, parecía que quería, estaba
jadeando con la lengua fuera soltando babas que goteaban al suelo y me llamaban
a limpiarlas del suelo con mi lengua. Su pene salió de su funda, él estaba
listo y su perra sumisa deseaba sentirlo dentro, sabía que estaba mal, no debo
buscarlo, él debe elegir el momento en montar a su perra y yo estar dispuesta
para él, pero el ansia de darle cachorros me podía, o al menos imaginarlo.
Mi macho ladró, era la señal, me fui a cuatro
delante suya, me puse en posición y recé para que acertara en mi vagina. Mi
macho
no tardo en subirse pero nada más subirse se bajaba, creo que no se decidía por
donde entrar en Mí. Yo sumisamente esperando a que mi macho se decidiera. Mi
macho se arrimó y esta vez fue más decidido, de una embestida me hizo gemir,
notando como hincaba sus ñas desgarrando mi fina piel de los costados y al
notar más agitado a mi macho que embestía sin compasión, un gemido de deseo más
que de placer broto de mí, deseaba a mi macho, tenerlo dentro anudado en mí,
ser uno y que descargara en mi todo su descendencia.
Sentía como llegaba hasta lo más
hondo de mí, seguían sus embestidas sin compasión al igual que mis gemidos
retumbando en cada rincón de la casa. Mi macho seguía en su esfuerzo de dejarme
preñada, yo, deseosa de que lo hiciera me venía una detrás de otra empapando el
suelo con mis flujos, hasta que, el nudo de mi macho me hizo prepararme para
que mi óvulo recibiese la tan ansiada descendencia de mi macho. Noté como mi
macho, jadeando sobre mi espalda, cayendo sus babas sobre mí, empezó a llenarme
con su dulce néctar llegando hasta lo más hondo de mí.
Estuvimos pegados como 20 minutos,
mi macho se portó y no tiraba, estuvimos quietos, no sé qué pensaría mi macho,
yo solo pensaba en cómo sería nuestra descendencia, hasta que el clásico “plof”
nos separó. Como buena perra volví a meter mi cabeza entre las patas de mi
macho y le limpié a lametones su pene, dejándolo limpio para que volviese a su
funda. Yo como buena perra limpié todo lo que derramamos al suelo con la
lengua, con algunas arcadas, pero dejándolo sin rastro de nuestros jugos o las
babas de mi macho. Volví a nuestra cama y recostándome en posición fetal,
acariciaba mi abdomen pensando cómo iba a ser lo que venía dentro de mí.
Muchas gracias por leerme. Besos